Origen de la Química
El término “química» proviene de la palabra “alquimia”, nombre que se le da a un antiguo grupo de prácticas proto científicas que cubría distintos elementos de la ciencia actual, así como también otras materias como la astronomía, la metalurgia, el misticismo, la filosofía o la medicina.
A partir del
momento en que aprendimos a producir el fuego y manejarlo a voluntad, ya sea
para cocinar nuestra comida o, mucho después, para fundir metales, hornear
cerámicas y llevar a cabo otras actividades, un nuevo mundo de transformaciones
físicas y químicas estuvo a nuestro alcance, y con él, un nuevo entendimiento
de la naturaleza de las cosas.
Las primeras
teorías respecto a la composición de la materia surgieron en la Antigüedad,
obra de filósofos y pensadores cuyas hipótesis se basaban tanto en la
observación de la naturaleza, como en su interpretación mística o religiosa. Su
propósito era explicar por qué las distintas sustancias que conforman el mundo
poseen diferentes propiedades y capacidades de transformación, identificando
para ello sus elementos básicos o primarios.
Una de las
primeras teorías que intentó dar respuesta a este dilema surgió en la Grecia
del siglo V a. C., obra del filósofo y político Empédocles de Agrigento, quien
propuso que debía haber cuatro elementos básicos (cuatro como las estaciones)
de la materia: aire, agua, fuego y tierra, y que las distintas propiedades de
las cosas dependían de la proporción en que estuvieran mezclados.
Esta lógica sirvió para que luego la escuela hipocrática de medicina griega propusiera su teoría de los cuatro humores que componían el cuerpo humano (sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla). Por otro lado, el célebre filósofo Aristóteles (384-322 a. C.) luego añadió el éter o quintaesencia como el elemento puro y primordial que conformaba a las estrellas y los astros del firmamento.
Sin embargo, el más importante precursor de la química en la Antigua Grecia fue el filósofo Demócrito de Abdera (c. 460-c.370 a.C.), quien propuso por primera vez que la materia estaba compuesta de partículas mínimas y fundamentales: los átomos (del griego atomón, “indivisible” o “sin partes”). Filósofos posteriores tomaron la idea de que el universo se compone de partículas indestructibles, mientras que diversos pensadores indios de la Antigüedad llegaron a conclusiones semejantes
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